El cerebro florecido: el aprendizaje musical visto desde la neurociencia

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Nada, en nuestro mundo, es perceptible
a menos que nuestro cerebro realice
un constante aprendizaje.
Francisco Mora

La música es un arte que naturalmente atrae a cualquier persona: seduce, reconforta, alegra o ensombrece; sin embargo, su estudio formal impone cierto recelo y temor a todo aquel que no la conoce desde sus entrañas: se da por sentado que únicamente seres especiales pueden imaginarla y ejecutarla. Este halo oscuro e inaccesible que se le ha dotado no sólo ha sido sostenido a lo largo del tiempo, sino que también ha sido abonado por sus propios creadores y se ha conseguido que se olvide algo esencial: la música es una creación meramente humana. Pero esos cimientos y esos ecos son débiles. La neurociencia es una de las materias que ha volcado su interés en visibilizar cómo reacciona el cerebro de las personas ante los estímulos musicales, contribuyendo a cambiar un poco ese panorama tan inaccesible para muchos.

1. La música es sólo para aquel que posee “el don”.

Con certeza puedo afirmar que al menos conoces a una persona que canta o toca la guitarra con la suficiente soltura para considerarla talentosa para la música, incluso puedo asegurar que muchas de ellas jamás ingresaron a un conservatorio o una escuela profesional. Es cierto que la arquitectura del cerebro de cada persona es única, pero esto va a depender de los estímulos a los que es expuesta desde la infancia, e incluso desde antes de nacer, como lo expone el musicoterapeuta Gabriel F. Federico en su libro El embarazo musical(2005); sin embargo, no es tan obvio hacer una relación en la cual ese denominado “talento” sea consecuencia de los estímulos sensoriales, emocionales y sociales a los que  fue expuesta una persona a lo largo de su historia, puesto que estos temas relacionados con la investigación científica sobre la música y su efectos son relativamente jóvenes y su difusión ha sido lenta.

Fracisco Mora en su libro ¿Cómo funciona el cerebro? (2014) habla de “los cinco principios de neurociencia de Eric Kandel” neurobiólogo y psiquiatra, premio nobel de Fisiología y Medicina (2000) y uno de cuyos  principios es: “Exactamente igual que las combinaciones de genes contribuyen a la conducta (incluyendo la conducta social) recíprocamente la conducta y los factores sociales pueden ejercer sus acciones sobre el cerebro modificando la expresión de genes y consecuentemente alterando las funciones de las neuronas y sus circuitos.” Por lo tanto, la predeterminación genética del cerebro puede cambiar a lo largo del tiempo por factores del ambiente social, es decir, un bebé que “nace” para cualquier tipo de actividad artística, por poner un ejemplo, no se desarrollará si el ambiente no es el propicio. El cerebro se va modificando de acuerdo a la experiencia.

2. Sólo en la etapa de la infancia se puede aprender a tocar un instrumento.

Esta capacidad de plasticidad que tiene el cerebro para modificar sus redes y crear nuevas conexiones en respuesta a una nueva estimulación es mucho mayor durante los primeros años de la infancia, no obstante el cerebro puede aprender hasta el último de sus días aunque no con la misma prontitud que durante la infancia, así mismo se puede afirmar que la capacidad mental de aprendizaje no es fija. Por lo tanto, la edad no es un factor que impida aprender a tocar un instrumento, pero es importante reiterar que la velocidad del aprendizaje también dependerá de esos factores ambientales.

3. Si te dedicas a otra profesión… ¿Para qué estudiar música?

Las observaciones del cerebro a partir de imágenes de resonancia magnética han podido revelar en tiempo real, que la acción de tocar un instrumento estimula los sensores auditivo, visual, motriz y emocional de manera conjunta.  Aprender música, permite a las neuronas ajustar la forma en que responden a las experiencias repetitivas o a los cambios en el entorno, es decir, agudiza la percepción de los sentidos, puesto que remodela la forma en que escuchamos, pensamos, sentimos y nos comportamos, repercusión positiva en el razonamiento, percepción y aprehensión de nuevos conocimientos relacionados a otras materias; es decir, el aprendizaje se refuerza de manera integral.

Los cambios en el cerebro que brotan a través del persistente estímulo por medio de la música se pueden dar de manera directa tanto con el ejercicio constante de tocar un instrumento, como el incesante crecimiento de una enredadera que día a día es alimentada con agua para que crezca, o de manera indirecta como lo aplican en la musicoterapia con la finalidad de conseguir resultados específicos en el paciente a tratar. Por ejemplo, el caso que narra Oliver Sacks en su libro Musicofilia (2007) de pacientes con demencia sometidos a terapia musical con el fin de estimular y  traer a primer plano sus recuerdos.

Así pues, como se puede notar, la música es el aceite inmaterial que lubrica muchas de las conexiones mentales, sus efectos positivos no discriminan a nadie y contrario a lo que se dice, la música ayuda a sensibilizar y reconectar a ese artilugio conformado por el cuerpo y la mente adormecido por la ansiedad y el deber ser. La neurociencia no es la única perspectiva que hay al respecto. La música cumple muchas otras funciones que son necesarias para el ser humano, no hay dones divinos ni elegidos, sólo historias y circunstancias, no importa la etapa de la vida en la que te encuentres, cualquier momento es el adecuado para empezar.

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