En Armonía Contigo: La Importancia de Amar Tu Propia Voz

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Recuerdo que he pasado muchos momentos de felicidad y gozo con mi voz cuando canto, pero también han habido momentos de incomodidad que me han hecho sentir rechazo hacia mi voz. Lo que más generaba ese rechazo no era simplemente el sonido, sino el esfuerzo que sentía al intentar alcanzar ciertas notas o matices.

Este esfuerzo con poco resultados, me hizo sentir en algún momento completamente desesperanzada, sin embargo, este se convirtió en un catalizador para entender que el canto no solo reside en el mecanismo y el sonido producido, sino en la conexión íntima con mi propio cuerpo y mis emociones.

Con la experiencia adquirida en mis propios procesos de desarrollo como cantante, me ha permitido acompañar a mis alumnos de una manera mucho más empática, porque esos mismos procesos tan confrontativos los he vivido una y otra vez.

Entender que la voz es una entidad que evoluciona junto con nosotros a lo largo del tiempo, que cambia y se reconstruye, nos permite apreciar su naturaleza dinámica y nos anima a abrazar esos cambios como parte intrínseca de nuestra historia vocal.

En nuestra sociedad, primordialmente orientada hacia la razón y la ciencia, a menudo relegamos el cuerpo, las emociones y la voz a un segundo plano. Aunque empleamos nuestra voz constantemente como herramienta de comunicación, la imagen que construimos de ella se encuentra arraigada en nuestras percepciones y autoimagen.

Moshe Feldenkrais, en su reflexión sobre la autoimagen, sugiere que cambiar nuestros conceptos de autoimagen está intrínsecamente vinculado al movimiento. La consciencia de nuestro cuerpo, nuestras emociones y sensaciones se integra en este proceso. De manera similar, aprender a amar nuestra voz implica una comprensión profunda de cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo nos movemos en el espacio acústico.

La confrontación con nuestra propia voz, especialmente al escucharla en una grabación, puede resultar abrumadora. Esto se debe a que la imagen sonora que vamos creando a lo largo del tiempo se distorsiona con la idea de cómo queremos presentarnos ante los demás. Al escucharla, nos enfrentamos a una realidad distinta, pero no necesariamente negativa; más bien, nos revela una faceta genuina y auténtica de lo que somos y la manera en que nos comunicamos.

La tecnología moderna nos brinda una oportunidad única al permitirnos escuchar nuestra voz desde una perspectiva externa. Mensajes de voz en plataformas como WhatsApp abren una puerta hacia esa dimensión. Escuchar nuestra propia voz hablada, de la manera en que otros lo hacen, nos proporciona una visión más objetiva y despejada. Este ejercicio auditivo nos ayuda a distanciarnos de la imagen idealizada que hemos construido sobre el timbre, el volumen y la intención de nuestra voz al hablar, pero que también nos permitiría acercarnos a nuestra voz cantando con menor rechazo.

Cuando hablamos, la voz es una sensación normalizada, pero en el canto, estas sensaciones se intensifican. Por esta razón, al prestar atención a estas sensaciones y trabajar en ellas, creamos lo que se conoce como memoria propioceptiva. Esta memoria no solo nos ayuda a mejorar nuestras habilidades técnicas, sino que también nos permite cartografiar nuestras sensaciones y construir imágenes sonoras únicas basadas en nuestras experiencias personales.

Parte de ese proceso incluye aprender a amar a nuestra voz.  Erich Fromm en su libro “El arte de amar” nos guía hacia una perspectiva valiosa sobre el respeto hacia el otro, hacia el ser amado, respetarlo, es mirarlo tal cuál y permitir que siga siendo, pero esta perspectiva antes de poder mirar a los demás, puede llevarse a cabo hacia nosotros mismos, para conocernos mejor.

Respetarnos implica ver hacia dentro, explorar nuestras mentes, nuestras emociones y, en el contexto del canto, conocer y aceptar nuestra propia voz y reitero, aprender el arte de amar a nuestra propia voz de una manera verdadera y más profunda.

Así mismo, menciona a la disciplina y la paciencia como parte implícita de aprender amar al otro tal y como es, y pone el ejemplo de un niño que aprende a caminar, que se cae una y otra vez pero sigue ensayando hasta que consigue caminar sin caerse, así mismo, el proceso de aprender a cantar requiere paciencia para disfrutar de un proceso que se acaba hasta el último de nuestros días.

Amarse y permitirse ser es permitirse respetar sus propios procesos. El canto, entonces, se convierte en una expresión de este respeto. En la práctica del canto, debemos encontrar una disciplina que no sea impuesta desde afuera, que no genere estrés, sino que emerja como una expresión de nuestra propia voluntad. Así, la práctica se convierte en algo placentero, y nos acostumbramos lentamente a una práctica constante que siempre sea disfrutable.

No hay un tiempo definido para el aprendizaje, pero la constancia y la paciencia son claves fundamentales. La práctica consciente, que incluye una atención especial a la calidad de la respiración, esencial para un sonido saludable y cómodo, y la reflexión constante nos permiten reconocer y apreciar los cambios en nuestra voz a lo largo del tiempo, tanto física, hormonal como emocionalmente.

Este maravilloso proceso no tiene un final definido, ya que evolucionamos constantemente a través de nuestras experiencias de vida. En cada canción que cantamos, podemos encontrar una oportunidad para abrazar y celebrar nuestra singularidad, recordándonos que nuestra voz es única y preciosa.

Amar nuestra voz es, en última instancia, un trabajo continuo de autoaceptación, autoconocimiento y respeto. Representa un acto profundo de amor propio que se busca y se manifiesta a través del canto, una expresión íntima de nuestras emociones, una conexión con nuestro cuerpo y nuestro ser más profundo.

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